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Comenzando el fin de semana...I

Os voy a contar un secretito muy breve...

Hace cosa de un mes, mi amiga Sandra y yo planeamos una escapada romántica de fin de semana con nuestros chicos. Habíamos alquilado una casa rural para los cuatro en un pueblo cercano, y quedamos en vernos el viernes allí cuando saliéramos ambas del trabajo.

Ese día yo trabajaba hasta mediodía, por lo que Javi, mi chico, se encargaba de cargar las maletas en el coche y recogerme. A las 15:00h estaba esperándome en la puerta de mi oficina, salí y nos fuimos hacia la Sierra de Grazalema.

Tardamos un par de horas en llegar, eran las 17:00h de la tarde y yo aún no había comido, por lo que en cuanto entramos, soltamos los bártulos y fuimos directamente a la cocina. Nos habían dejado una fuente de fresas y una botella de cava en la nevera. Como Sandra y Álex se ocupaban de traer la comida para la barbacoa de esa noche, me conformé con lo que había, aunque fuese un poco pronto para beber. Javi encendía la chimenea mientras yo apartaba la mesita y montaba un picnic improvisado en la alfombra.

Tenía ganas de jugar, y aprovechando que la casa estaba sola un rato para nosotros, llené un cuenco de nata, y mojé una fresa en él. Le dí un bocado a la punta, y me pasé chupé la nata de mi boca mirando fijamente a Javi, que no apartaba la vista de mis labios, sé que los deseaba en ese momento.
Como no hizo nada, dí un sorbo al cava y repetí la operación, mojé otra fresa en la nata para después darle un bocado. Sé que empezaba a ponerse nervioso, ya que se movía inquieto desde donde estaba. Esta vez se acercó, y me lamió toda la nata que yo, muy sutilmente, me había dejado en los labios.. Separamos las bocas, pero yo quería más, así que mojé un dedo en la nata, y me manché sin querer el cuello y el escote.

Me miró con ganas, apoyó su mano tras de mí, y se acercó a mi cuello, quedándome un poco rodeada e inmóvil. Comenzó a chuparme todos los sitios donde tenía nata, empezó tras la oreja, fue bajando por el cuello hasta llegar a mi escote. Empezó a lamer el hueco entre mis pechos, cogiéndolos con sus fuertes manos y juntándolos. Como no me había desabrochado todos los botones, en un momento me había manchado de nata la camisa, así que me la quité, y de paso, él me quitó el sujetador, dejando al aire mis pequeños pechos.

Aunque estábamos sentados frente a la chimenea, mis pezones se pusieron duros al sentir la desnudez a la que estaba llegando. Para que hubiera empate, le quité la camiseta, lo tumbé sobre la alfombra, cogí un poco de nata, y la derramé por todo su torso hasta tocar con el cinturón de los pantalones que aún llevaba puestos.

Me senté de rodillas inclinándome sobre él y comenzó mi turno. Le lamí despacio el camino de nata que había dejado, comenzando por el cuello, fui bajando por su pecho, su ombligo y esa zona en forma de V que me conducía a ese bulto que tenía bajo los pantalones. Le desabroché el cinturón, él entendió lo que buscaba y mientras se quitaba el resto de su ropa, yo hacía lo mismo. En un segundo estábamos completamente desnudos y ardientes en aquel lugar.

Él volvió a tumbarse boca arriba con las piernas flexionadas mientras yo me dí la vuelta sobre él, dejando mi centro de placer sobre su boca. Acerqué la mía a su pene, que estaba ya duro, y pasé mi lengua por la punta, se movió y le pasé la lengua por todo lo largo, desde la base hasta la punta, en la que me detuve. En ese momento sentí cómo me abría los cachetes con sus manos, dejándome más accesible aún, y pasó su lengua por toda mi rajita.





Tras unos minutos en esa posición, me metió un par de dedos en mi coñito húmedo, lo que propició que le chupase su miembro con especial deseo, mientras movía mi cadera al mismo ritmo. Él también comenzó a moverse, lo que hacía predecir que el fin estaba cerca.

Me levanté, me di media vuelta y me senté sobre su polla dura, que entró de una vez, por lo mojada que estaba. Él flexionó las rodillas, inclinándome un poco sobre él y me acaparó los pechos con sus manos. Me empecé a mover primero de adelante hacia atrás, le gustaba. Él soltó mis pechos, cogiéndome de la cadera, lo que me permitió poder moverme en grandes círculos.

El ritmo cada vez era mayor al igual que la tensión que se respiraba en el ambiente. Estábamos al borde del abismo cuando escuchamos que a lo lejos se acercaba un coche, seguramente serían nuestros amigos. Eso encendió aún más nuestra pasión, por el hecho de imaginar que nos podían pillar. Nos movimos cada vez más rápido y fuerte, yo comencé a gritar de placer y Javi me acompañó, hasta que nos fundimos en un orgasmo.

Cuando terminamos, nos vestimos corriendo entre risas, y nos dio tiempo a quedarnos sentados,  como habíamos empezamos, frente a la chimenea... En ese momento entraron por la puerta Sandra y Álex...pero aquí no acaba la historia...


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