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En una gala de premios...


Justo antes de las vacaciones de verano, mi jefe me dijo un día que no hiciera planes el fin de semana, era una orden, ya que uno de nuestros clientes más importante, Mark, dueño de una multinacional, nos invitaba a la gala de premios anual que se celebraba por primera vez en Madrid, y yo no podía faltar. No me hizo nada de gracia, puesto que yo soy más de hacer mi trabajo en la oficina, pero parecía que estaba obligada a ir. Yo no lo conocía personalmente, solo por email, pero por lo que había oído de él, parecía un tipo realmente competente, hecho a sí mismo y trabajador.

El viernes al salir del trabajo fuimos directamente al aeropuerto. El vuelo nos lo habían reservado en primera clase. Aterrizamos y en cuestión de minutos estábamos en el hotel. Entré en mi habitación, abrí la maleta encima de la mesa y saqué mi vestido largo, para que no se arrugara.

No tenía tiempo que perder, eran las 19:30h y a las 20:00h tenía que estar lista en recepción, así que me quité la ropa camino del baño y entré en la ducha. Me hice unas ondas en el pelo con la plancha, me maquillé, me puse la ropa interior, medias de liguero, los tacones y mi vestido azul petróleo con pedrería sobre los hombros y espalda descubierta.

Saliendo de mi habitación pasó por delante de mí un chico con traje bastante atractivo, parecía tener unos cuantos años más que yo. Me miró de reojo sonriendo mientras pasaba y dejó en el pasillo un olor realmente deseable. Lo seguí con la mirada hasta que giró la esquina del pasillo en dirección a las escaleras, justo en el momento en que mi jefe salía de la habitación de al lado.


Bajamos a recepción y allí nos esperaba un chófer. Llegamos a la gala, que se celebraba en un lujoso complejo hotelero que rodeaba a una gran piscina central, todo estaba decorado para la ocasión, era impresionante, cientos de personas de todas las nacionalidades vestidas de etiqueta. Estaba un poco cortada, sabía que me iba a aburrir y no veía caras conocidas, así que me pegué a mi jefe, al menos tendría alguien con quien hablar. Al momento vinieron un par de clientes nuestros, estuvimos hablando de trabajo, por supuesto, hasta que bajaron las luces y la gala comenzó.

Al escenario subió un señor mayor, muy agradable, era el primer dueño de la empresa. Estuvo hablando un par de minutos y nos dijo qué le diéramos la bienvenida a su hijo y administrador de la compañía. Todo el mundo aplaudió, pero yo estaba pendiente de la chica que pasaba a mi lado con los canapés, y cuando levanté la mirada, ahí estaba él, en el escenario. Me quedé helada, ¿El dueño, con el que yo hablaba por emails, era el mismo chico con el que me había cruzado en el pasillo? ¡No podía ser! ¿Por qué tenía que estar tan bueno? Miré a mi jefe con cara de sorpresa, él ni se inmutó, claro, ya lo conocía. Empezaron a entrarme los calores, así que discretamente me fui a la barra a pedirme una copa de champán. 

Al finalizar los premios, mi jefe, que estaba hablando con varios hombres, me dijo que me acercara para presentarme a todos los empleados de la sede en España (todos clientes nuestros). Tras un rato der charla acabé hablando aparte con uno de los chicos más jóvenes del grupo, tiene mi edad y habíamos congeniado bastante bien. En un momento me pareció oler un perfume familiar, me fui a dar media vuelta discretamente y vi que mi jefe me estaba haciendo señas. Me acerqué, sin más remedio y me presentó al Sr. Clarke, dueño de la empresa. Me puse nerviosa, le dije que era un placer y le di la mano. Él sonrió, me miró fijamente a los ojos y me dijo que el placer era suyo. Me apretó la mano pasando su dedo pulgar por ella y por un momento me pareció que no me la quería soltar. Me escapé en cuanto pude dejándole hablar con mi jefe a solas.



Un rato después me estaba empezando ya a aburrir, así que me di una vuelta por el enorme salón y me acerqué a la barra, cogí un canapé de salmón y otra copa de champán. Mientras paseaba por los grandes ventanales observando la ciudad encendida, una voz cercana a mi oído me dijo: Así que no te ha interesado mi discurso de esta noche. Me quedé quieta, levanté la vista y lo vi reflejado en el cristal, estaba justo detrás de mí, pegado a mi espalda. La piel se me erizó por tenerlo tan cerca.
Me di media vuelta y le dije con mucha educación que sí, que me había parecido muy interesante. Me respondió: ¿Ah sí? ¿Y de qué he hablado? Me mordí el labio intentando pensar rápido, le contesté educadamente, pero me había pillado. Como me puso cara de que no se creía nada, le dije: disculpe Sr. Clarke, me agobié un poco y tuve que acercarme a la barra, no pretendía ofenderle.

-No me ofende, es más me excita. Me excitas tú desde el primer momento en que traté contigo, cómo le plantaste cara a ese inspector estúpido y le ganaste la partida, tienes carácter y eso me encanta. ¿Qué te crees que no sé quién eres? Llamaste mí atención desde el principio, por eso te busqué por internet y le insistí a tu jefe en que vinieras, quería conocerte en persona, y ahora que te veo con ese vestido ajustado y con la espalda tan descubierta, tengo ganas de quitártelo.

El corazón se me iba a salir del cuerpo en ese momento. Me tenía atrapada entre la ventana y él. No daba crédito a lo que me estaba diciendo, esto eran imaginaciones mías y se me estaba yendo la cabeza. Intenté controlar mi respiración mientras mi cabeza comenzaba a dar vueltas, y lo único que me salió fue: No quiero tener problemas en el trabajo Sr. Clarke. Me miró fijamente sonriendo, y mientras me pasaba su dedo por mi labio y me dijo: Por mi parte no vas a tener ningún problema, puedes estar tranquila por eso, me gusta como trabajas y no quiero que dejes de ocuparte de mi empresa, sé que eres una gran profesional. No me llames Sr. Clarke, llámame Mark, y deja de morderte este labio, que no respondo.

Cada vez me costaba más respirar, me ponía mucho, muchísimo, me atraía lo que conocía de él y tenerlo delante diciéndome esas cosas hacía que me derritiera, pero yo tenía que ponerme en mi sitio, así que le dije que no, gracias, yo no soy una cualquiera y me intenté escabullír de allí. Abrió los ojos como platos, me cogió de la muñeca y me dijo que no pretendía ofenderme, él sabe que no soy una cualquiera y por eso mismo le gustaba. Era diferente al resto de chicas que había conocido, y me pedía que le diera la oportunidad de conocerlo. 

Fui una inconsciente, pero acepté, confiaba en él y realmente me apetecía pasar más tiempo con él sin pensar en nada más. Me invitó a salir a un gran balcón que había en la parte trasera de la sala.  Cogió un par de copas y nos sentamos en un banco. Estuvimos charlando de mil cosas excepto de trabajo, y por primera vez en la noche, me sentí a gusto, y él resultó ser un bromista.

Empezó a refrescar y él me dejó su chaqueta. Cuando me la puso sobre los hombros me vino ese olor suyo tan personal, me acerqué la chaqueta a la nariz sin darme cuenta. Él se rió y me dijo, agachándome a donde yo estaba, que, si me gustaba ese olor, en su cuello lo podía oler mejor. Eso hice, me acerqué tímidamente a su cuello y le olí. Estábamos a escasos centímetros y la tensión se mascaba en el aire. Cuando me fui a incorporar, me besó. Rápidamente me separé y miré hacia la sala, donde apenas ya quedaba gente, no quería que nadie pensase que me estaba ligando al dueño por interés.

El me vio la cara de apuro y me cogió de la mano diciendo "vámonos", fuimos hasta el aparcamiento, nos montamos en su BMW negro, y lo condujo a toda pastilla hasta el hotel. Una vez allí, subimos en el ascensor. Cuando las puertas se cerraron me besó, fuerte apasionado, poniendo su mano al final de mi espalda, apretando su cuerpo contra el mío.



Instintivamente subí la pierna derecha, él me la sujetó y deslizó su mano hasta mi culo, apretó, y yo gemí. Las puertas se abrieron y me condujo de la mano hasta su habitación. Entramos y nos volvimos locos. Nos besamos como si no hubiera un mañana, nos tropezamos con todo lo que había a nuestro paso.

Llegamos a los pies de la gigante cama, y le solté la corbata y empecé a desabrochar la camisa, despacio, botón a botón. Él se detuvo a mirarme cómo lo hacía, yo seguí con el cinturón y los pantalones. Se quedó sólo en bóxers, a través de los cuales se notaban las ganas que tenía de mí. No pudo aguantar más y me subió el vestido quitándomelo por los hombros en un segundo, me cogió en brazos y me tumbó en la cama con cuidado. Me cogió la cara con las manos y nos besamos, él estaba encima de mí ambos en ropa interior aún.

Abracé mis piernas a su cintura, y sus manos bajaron hasta mi culo. Lo pellizcó y empezó a meter los dedos por dentro de mis braguitas. Estaba mojada, bastante, él lo notó y se volvió loco. Subió las manos hasta mi espalda, me desabrochó el sujetador y lo revoleó por ahí. Cogió mis pechos con sus dos manos y comenzó a lamerlos y me mordió los pezones, que se me habían puesto duros como piedras. A la vez iba rozando su paquete contra mis braguitas..me estaba calentando demasiado.

Bajé mi mano entre nuestros cuerpos y la metí por sus bóxers, la tenía caliente, y muy muy dura. La acaricié de arriba abajo, notando lo excitado que estaba, movía sus caderas. Se levantó y me dio media vuelta, poniéndome boca abajo sobre la cama, él se quitó la corbata, me ató las manos a la espalda y me abrió un poco las piernas.



Yo no podía hacer nada, estaba inmovilizada. Bajó un poco, me abrió la entrepierna, metió su boca en ella y con su lengua me saboreó todo mi sexo, muy despacio. Sus lametones cada vez abarcaban una zona más amplia de mi cuerpo, incluso mi ano. Esa zona era nueva para mí, pero descubrí que me excitaba muchísimo. Creo que él lo notó.

Comenzó a pasar un dedo por mi sexo, justo por donde acababa de pasar la lengua, cuando llegó a mi culo, dio varias vueltas alrededor de mi agujero, pero repitió la operación, aunque esta vez introdujo un dedo en mi ano. Sentí una oleada gigante de placer que me recorría el cuerpo. Lo dejó dentro, pero lo movía, mientras, seguía lamiéndome el clítoris. Estaba a punto de estallar, no podía imaginar cuánto placer podía soportar mi cuerpo.

Mis caderas se empezaron a mover involuntariamente, su dedo entraba y salía de mi culito con facilidad, así que echó un poco de saliva, y metió otro. Gemí, no podía aguantarme. Aceleró sus movimientos y su boca volvió a mi sexo. Al instante me corrí, grité como si estuviera poseída, tuve el mejor orgasmo de mi vida hasta ese momento.

Cuando recuperé la respiración, se levantó de la cama y se dirigió a su maleta que estaba sobre el escritorio. Sacó un preservativo y un juguete con forma de gota, por un lado, y por el otro un brillante gigante de color rosa. No había visto eso en mi vida.

Se acercó y me dijo que eso era un plug, lo quería probar conmigo, que no me preocupase, él sabía que estaba preparada. Se puso el condón y me la metió hasta el fondo de un solo golpe. Mi excitación aumentó de nuevo en un segundo. Gemí. No podía pensar en nada, sólo podía dejarme llevar y sentir.



Comenzó a moverse sobre mí a un ritmo constante. Al momento sentí que algo frío estaba tocando mi culito, mi excitación crecía, y aún más lo hizo cuando me metió el plug. Era suave y un poco frío aún, pero sentía calor en mi interior, una sensación indescriptible. Me dijo: Estás preciosa, y me empezó a follar aún más fuerte. Su polla rozaba el juguete haciendo que mi placer creciera exponencialmente.

Me dobló las rodillas, sujetándome los pies hacia arriba, permitiendo que su penetración fuera aún más intensa. Como estaba tan cachonda, mi sexo estaba bastante abierto, por lo que mi clítoris se frotaba contra las sábanas de seda con cada una de sus embestidas. Notaba como si una ola de placer estuviera envolviéndonos mientras nos movíamos al unísono.

Dos embestidas más y me dijo: Córrete conmigo, ahora. Y lo hice, ambos nos fundimos en un orgasmo tan intenso que aún superó al anterior.

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  1. El plug: ese gran invento que embellece el ano a la vez que da placer

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